Aquí estoy jodiendo, encima de una puta pintada como payaso, mi última jodida y la divina Providencia no me despidió. La comida siempre ha sido mi oráculo, mi religión, mi tiempo. Básicamente soy un vitalista; sin comida te mueres, aunque también puedes morir de sed, de amor, de soledad, de niñerías, y de vez en cuando de un alma noble. Un vitalista; podría compararme con algunos movimientos poéticos, pero esas cosas son sólo palabras vacuas, los poetas son niñitas que se creen malas por decir: cerdo, sangre, gusano, puta, joder y un sin fin de cosas por el estilo. No desdeño de ellos, de hecho yo respeto su profunda fe. Soy un religioso: la comida es mi fe. Hoy moriré, lo supe en el desayuno, mis huevos fritos se rompieron, la yema escindida comenzó a derramarse por la sartén, sin que yo los tocase. Mi vida siempre ha corrido peligro, eso se debe a mi profesión: redentor de almas nobles. Todo es fácil; buscas cualquier metal, cualquier objeto u herramienta, la carne humana es débil, no así el espíritu, lo veo siempre en mis “víctimas”, esa lágrima agradecida, ese grito inmaculado sólo responde a mi piedad. ¡Así que hoy muero!, ese huevo sagrado se ha roto solo, el pan no ha rosado su piel; el cuerpo no se ha uncido en el espíritu. Algo de pena sentí, no podría ayudar a más gente, ¿cómo sería?, son muchos lo que me odian; asesinos, narcos, músicos, mujeres, Dios, ¿cómo será?, creo que será divino. A los quince años dejé de estudiar, la visión fue simple y sencilla, mi lápiz cayó y no se rompió, demasiado sencillo, el estudio sólo me llevaría a una vida tranquila, a un sistemático muro cristalizador. Para cocinar no necesitas de recetas, no; eso es eliminar el alma de la cocina, la cocina al igual que la vida es intuición, es fe, es revolución, es moverse en los extremos; o te equivocas o aciertas, sólo eso, nada más. Moriría, mi intuición me lo decía, me moriría sin conocer lo divino, por más que lo busqué nunca lo encontré, esto suena a tópico; todos buscan algo, al igual que todos sufren, sueñan, entre otros, pero mi búsqueda es especial, otro tópico, jajaja mis polainas; yo soy especial; yo cocino un arroz especial.
Salí alegre y algo asustando; compungido, vamos muéstrame dónde diablos está, me metí por unos callejones, la noche ya se había posado, el infaltable telón; cómplice y querida. Pasé a la iglesia, porqué, por que es buen ingrediente antes de morir, hablé con un cura y aunque no crea en nada de aquello, me confesé. ¡Hijo qué has hecho por el amor de Dios!, debes entregarte, Padre por favor dejé de lado sus juicios morales, dejé de lado aquél tiempo falso y déme mi maldita penitencia. No hay penitencia que te salvé, ni que purgué tus culpas. La puta madre Padre, creo que son cinco aves marías y diez padre nuestro, cómo lo sé, fácil; intuición. Me calló en gracia, salí del templo acompañado de un sonido seco y gritos aturdidos. Los habitantes de los callejones siempre han sido grandes amantes, quizás el amor sea el ingrediente final, la mujer será mí salvación, pero en mi vida había ligado con muchas mujeres, y nunca vi a Dios, ni mucho menos me sentí en éxtasis, pero ¡que coño!, como dijo el poeta; ¡Pato!, moriré con un buen polvo. ¿Qué mierda es está luz? de verdad que es alucinante el amor; inefable ¡qué sabor inconmensurable! Gracias ángel ahora yo te daré alas; jaló el gatillo y muero en el punto exacto, ese del tiempo circular y mítico. Caminé en busca de mujeres, todas son iguales; la misma pintura, el mismo sabor, el mismo olor. Llega a mí un olor fresco, contigo recuperaré los pecados que mi penitencia ha hecho perder, como siempre mis actos no sirven de nada, el tiempo mítico me atormenta. Aquí estoy jodiendo con Beatriz, sí Beatriz; aquella que asesina a Bill con cinco golpes, o ¿con cinco pasos?, bueno esa santa y voluptuosa samurai. El polvo parece normal, me siento libre, me rió de la sociedad, del curita bonachón, disfruto de su olor, de su carne, de sus tetas, y pos supuesto; de su coñito, aunque definitivamente hay mejores, en fin, un polvo es un polvo: la escupo, me escupe, nos penetramos, nos mordemos, nos golpeamos, y yo aún sin ver al Demiurgo que me dará el plato final y más sabroso que haya conocido. Momento mágico, estando yo encima, ella me abraza, su rostro a cambiado, la veo pura, un blanco intenso recorre su cuerpo, veo que su cuerpo cambia; metamorfosis meliflua. De su espalda se abren majestuosas alas de Albatros, eres reina y princesa, su abrazo me quema, me relaja, es la madre, es